Hay muchos animales que tienen algún tipo de camuflaje natural. Por ejemplo, los pulpos pueden alterar el color de sus cuerpos en el momento justo para mezclarse con las rocas del fondo del océano que los rodea. Los leopardos tienen patrones de manchas distintivos en su pelaje que les permiten mezclarse mejor con los pastizales y los bosques en los que cazan. Los humanos, desafortunadamente, nunca han tenido ningún camuflaje natural. Pero eso no nos ha impedido usar nuestro cerebro para crear el nuestro.
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